Baamonde, Aldo
Dibujante e historietista argentino, nació en Buenos Aires el 22 de mayo de 1920 y falleció el 9 de diciembre de 1969.
Radicado temporariamente en la Cosquín cordobesa, un vínculo afectivo determinó que se trasladara a 9 de Julio. Allí instaló su hogar junto a su esposa Argelia Irigoitía, que fructificó con la presencia de 4 hijos. Quiso el destino depositarlo en un lugar físico muy a fin al sentimiento del escriba y de sus amigos del barrio.
Eran los tiernos años adolescentes donde la lectura que había pasado por Billiken, encontraba un aire de distracción en publicaciones como “Rayo Rojo”, “Tit-Bits”, “Rico Tipo”, “Patoruzú”, “Fantasía”, “Poncho Negro” “Pif Paf”, “Bucaneros”, “Hora Cero”, “Misterix” y “El Gorrión”, entre otras de aventuras, que contenían personajes que se tornaron inolvidables. Las publicaciones semanales eran aguardadas con total avidez por aquella pléyade juvenil que seguía, capítulo a capítulo, las actuaciones del protagonista preferido.
Tal vez por la curiosidad del rostro cubierto por un paño negro, una mezcla de enigma y asombro, los personajes más sobresalientes eran “El León de Francia”, “El Fantasma”, “El Llanero Solitario” y “El Zorro”. Semi máscaras negras que cubrían el rostro del héroe, defensor de las causas nobles entregando con arrojo, valentía y decisión un marco de acción contra los “villanos”, en todo momento, opresores de los más débiles que en conjunto formaban la masa popular.
En ese recreo de la vida, en un pequeño atelier de la calle Libertad y Río Negro, daba vida a “El Zorro”. Dibujante de definido estilo, admirador de Hugo Pratt, que a través de su pluma daba vida al Sargento Kirk y a Ernie Pike.
La curiosidad, tan antigua como los siglos mismos, movilizaba acercarse hasta ese lugar para ver en acción su mano creativa, configurando en precisos trazos la figura del enmascarado sobre el papel dividido en cuadros. Primero una forma ovoide sobre el que depositaba una línea vertical y otra horizontal en forma de cruz. Sobre los laterales dos líneas con inclinación que provenían de mayor a menor. Allí se configuraba el rostro del protagonista. El trazo era definido, fuerte, agresivo, distinto al de su compañero de “tira”, Carlos Eiré, que entregaba un Zorro más galán, de líneas más sutiles. Mientras éste último se ambientaba en la geografía mexicana, él se inclinaba por el lejano oeste y estampaba su sello distintivo en una cabaña, con humeante chimenea acompañada por la tutelar presencia de un árbol pináceo. Era el hábitat de “El Zorro”.
Su casa de Libertad y Río Negro presentaba una característica similar a su personaje de historieta.
En la ochava descubierta se erguía llamativo e imponente un pino, como fiel custodio del refugio del artista. Esa edificación, de la que emergía una chimenea, para el escriba, era la casa de “El Zorro”. La asoció permanentemente.